Los 3 puntos que Trump buscará negociar del TLCAN

Donald Trump llegó a la presidencia en buena medida porque se erigió como el personaje que buscaría beneficiar más pronto a la clase trabajadora de los Estados Unidos, y uno de los pulmones de dicho plan consiste en renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que mantiene con México y Canadá desde hace poco más de 20 años, y al que Trump culpa de estar generando pérdidas millonarias en la manufactura de su país.

Pero lo que ha permanecido del todo ambiguo es exactamente lo que pretende negociar; y las visiones más apocalípticas del tema circundan sólo sobre la hipótesis de que Trump buscará simplemente sacar a Estados Unidos de dicho tratado. Cerrar  a su país.

Nuestra perspectiva es que lejos de deshacerse del TLCAN, Trump buscará fortalecerlo y encarrilarlo al beneficio de los trabajadores de las manufacturas, mediante la negociación sobre tres puntos principales:

  1. Modificación de las reglas de origen
  2. Homologar condiciones laborales y ambientales.
  3. Modificación del IVA

Reglas de origen.

El déficit comercial de Estados Unidos con México esta principalmente asociado a las autopartes, y en una menor medida sobre los aparatos eléctricos.

A penas en el 2015, Estados Unidos importó poco más de 78 mil millones de dólares (mmd) por autopartes de México (gráfica 1), cuando el déficit comercial fue muy cercano a las 58 mmd. Lo que sugiere que si Trump se avoca a resolver el problema comercial de los automóviles entre ambos países, habrá prácticamente solucionado el déficit comercial de  los Estados Unidos.

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Las reglas del TLCAN establecen que cualquier automóvil vendido en América del Norte debe de poseer hasta el 62.5% de sus componentes (o partes) producidos por alguno de los tres países miembros; el resto de las partes puede venir de cualquier parte del mundo, y eso es justamente lo que el equipo de Trump va a buscar modificar.

La iniciativa de Trump aquí no está en contra de México, sino todo lo contrario, lo que Trump ha venido advirtiendo desde su campaña presidencial es el comercio “injusto” que se permite dentro de las estructuras jurídicas del TLCAN, que es el 37.5% de las partes que el sector automotriz está importando de otras partes del mundo, y para ser más claros: ¡de China!

 La semántica de Trump en este punto no ha estado en debilitar el TLCAN, sino hacerlo más fuerte endureciendo las reglas de origen, que es incrementando el porcentaje al que están obligadas las empresas a obtener sus partes sobre materiales de Canadá, Estados Unidos y México.

En esta lógica, incrementar el porcentaje de partes requeridas al interior de los tres países en el sector automotriz implica una mayor venta de materiales por parte de Estados Unidos y mayor trabajo para la manufactura gringa.

La parte oscura de esta negociación es que ninguna empresa está realmente obligada a adquirir materiales en Estados Unidos, y no en México o Canadá, así que la estrategia de Trump ha consistido en amenazar a compañías como Ford o General Motors, con impuestos “nuevos” para que consuman más partes en Estados Unidos, lo cual puede hacer de manera independiente a la negociación del TLCAN.

En este contexto, lo que Trump buscará de México y Canadá será sólo incrementar el porcentaje de autopartes producidas por los tres países a algo así como el 80-90% del producto, y dejar al resto del mundo (China) cerca del 10%.

Homologación laboral y ambiental.

Otro punto importante para Trump en el TLCAN será igualar las condiciones laborales entre los tres países, lo cual ha estado por fuera todos estos años de la relación comercial que guarda Estados Unidos, y que desde su perspectiva (correcta en este caso), sólo brinda una visión parcial de la dinámica del comercio.

La apuesta por mejorar los estándares de trabajo en la manufactura recae principalmente en México, en pagar más a los trabajadores de la manufactura, limitar las extremas jornadas laborales, asegurar a todos los trabajadores, y mejorar la calidad ambiental en la que se desarrolla toda la maquila del país.

La temática aquí girara en torno a ofrecer como justicia democrática, una mejor calidad de vida de los trabajadores, los cuales cobran por debajo de su productividad media desde la crisis del 2009 (gráfica 2), lo que a todas luces se trata de una política para encarecer las exportaciones mexicanas.

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Lo mismo sucede con las leyes ambientales. Algunas empresas de Estados Unidos suelen mudar sus centros de trabajo a México porque las leyes de protección al aire y al agua no son tan fuertes, ni las multas con tan caras como en el país vecino.

Desde la perspectiva de Trump, incluir en el TLCAN una mayor homogeneidad en los temas laborales y ambientales permitirá convencer a empresas estadounidenses que es mejor crear empleos en Estados Unidos que en México.

Modificación del IVA.

Un punto nodal que mencionó Trump durante su campaña es que México mantiene una “barrera comercial” mediante el cobro del IVA. Literalmente mencionó en su primer debate contra Hilary que: “Cuando vendemos a México, hay un impuesto… cuando ellos nos venden, no hay impuestos. Es un acuerdo defectuoso”.

Y en efecto, mientras que en México se cobra un impuesto al valor agregado por cada etapa de la producción y en la venta final – esto es, las empresas pagan el impuesto sobre mejoras que hacen a las partes que reciben de los proveedores, y luego el consumidor paga un impuesto en el producto final – en Estados Unidos sólo se cobra un impuesto de las ventas a las compras, por lo que el IVA para ellos implica una tasa adicional.

Peor aún, en las reglas de la Organización Mundial del Comercio (en las que se basa e inscribe en TLCAN), se establece que las empresas que fabrican en sus propios países, y luego exportan mercancías a Estados Unidos, recibirán un descuento sobre los impuestos que pagan en dicho país, lo que hace que sea más económico para las empresas estadounidenses trasladar sus fábricas al exterior y exportar sus productos a casa. En este sentido, para el equipo de Trump, el IVA simula una especie de “arancel implicito” hacia los exportadores estadounidenses, así que la negociación aquí estribará sobre como proporcionar un beneficio o descuento sobre las mercancías que México importa de Estados Unidos.

En suma; creemos que Trump va por tres cosas inmediatas con el TLCAN: modifical las reglas de origen para impedir la entrada de China; mejorar los salarios de la manufactura mexicana para incrementar sus costos e importar menos productos aztecas; y modificar el IVA sobre los productos extranjeros para incrementar las exportaciones gringas.

En apariencia estas tres negociaciones permitirían incrementar los empleos en Estados Unidos de una manera rápida, sin renunciar al TLCAN. Pero… ¿funcionaría realmente estos cambios para Estados Unidos?

Incrementar el porcentaje en las reglas de origen, aunado a las tretas de Trump hacia la industria automoriz, puede funcionar para reacomodar recursos y empleos sobre Estados Unidos, pero esa línea de beneficio es en realidad muy delgada.

Si las partes se comienzan a demandar más en Estados Unidos (como es el plan), el precio de los carros tendrá que subir, y entonces la gente contará con menos dinero para gastar en otros bienes y servicios. Es decir; sólo se trasladará una parte del excedente del consumidor hacia el excedente del productor, y ni si quiera es claro que el efecto neto se traduzca en más empleos.

En el 2009, por ejemplo, Obama (sin recurrir al TLCAN) cobró una tarifa del 35% a neumáticos chinos, porque las compañías se quejaban de una competencia injusta comercialmente con este país. La tarifa de Obama se estima que salvó alrededor de 1,200 empleos de llantas en Estados Unidos.

Pero para el 2012,  un estudio del Institute of International Economics, demostró que la tarifa había destruido empleos en otras partes del país, al incrementar el costo de las llantas de 31 a 39 dólares por neumático, y socavar el ingreso excedente de las familias.

De acuerdo con el estudio, la tarifa evaporó hasta 1,100 millones de dólares de la economía familiar, y  esto se tradujo en 3,731 empleos minoristas menos de los que se pudieron haber creado.

Amén de que tras la tarifa de Obama China respondió con multas a las partes de pollos que compraba de Estados Unidos, lo que le costó a los productores de pollos 1,000 millones de dólares en ventas. Lo que reflejó un resultado más que ambiguo de la política de Obama.

No habría razón alguna para esperar que algo diferente sucediese esta vez con Trump.

Por otro lado, encarecer las exportaciones de México mediante los costos laborales tampoco es garantía para crear más empleos en Estados Unidos, especialmente porque si las empresas deciden producir en el país vecino estas se verán incentivadas a utilizar equipos, plantas y tecnologías que no son asequibles en México, y que son hoy en día, sustitutos de la fuerza de trabajo humana.

La manufactura de Estados Unidos y México nunca se ha hecho de la misma forma, y si las empresas se ven obligadas a producir en el país vecino, lo harán incorporando el mayor grado tecnológico que puedan, lo cual no se traduce en una creación masiva de empleos.

Finalmente, en la modificación del IVA al equipo de Trump se le olvida algo. Si bien las compañías estadounidenses pagan el impuesto al valor agregado, también lo pagan las empresas mexicanas, por lo que el IVA no puede fungir como una barrera comercial, y más aún, Canadá también cobra un IVA. Así que si Trump desea alguna especie de reembolso por ahí, tendrá que lidiar no sólo con México, sino con Justin Trudeau.

En consecuencia, aunque auguramos que estos tres puntos se encontrarán dentro de la mesa de negociación del TLCAN, somos escépticos respecto a los resultados que estas modificaciones puedan causar para beneficio de todos los tres países.

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